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PARTE I: Deuda es Poder
El 15 de octubre 2020, durante una de las últimas reuniones anuales del Fondo Monetario Mundial, Kristalina Georgiewa, jefa de dicho organismo, señaló que la actual crisis económica causada por la pandemia sería un “momento-Bretton Woods”. La referencia a los acuerdos históricos de 1944 y que pavimentaron el camino para el sistema económico y financiero del mundo occidental hasta la entrada la década de los 1970´s, es llamativo en dos sentidos; no solo porque sugiere que nos encontramos ante un momento histórico decisivo, sino también por la referencia positiva hacia el momento de instauración del Keynsianismo a nivel global por parte de la cabeza del FMM. Hace ya algunos años que la institución, considerada una bastión del neoliberalismo, había moderado su discurso de ajuste estructural y austeridad fiscal. Pero ante la crisis eminente que afronta el sistema financiero internacional, Georgiewa invoca a los gobiernos miembros de no disminuir de ninguna manera los programas estatales por salvar la economía en los tiempos del COVID. Lejos de representar un despertar y cambio de rumbo definitivo del FMM, se trata simplemente de la puesta en acción de las mismas fórmulas que habían sido activadas, no solo durante la crisis del 2008, sino durante todas las crisis económicas de éstos los últimos 80 años; socializar las pérdidas y salvar los sectores “centrales” de la economía con dinero público. Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, reforzó la posición de Georgiewa, y exhortó a los presentes de hacer uso de “todo el arsenal disponible”, aunque esto significaría que el endeudamiento global podría escalar al 100% del desempeño económico.
“Pero ante la crisis eminente que afronta el sistema financiero internacional, Georgiewa invoca a los gobiernos miembros de no disminuir de ninguna manera los programas estatales por salvar la economía en los tiempos del COVID. ”
El FMM formula estas recomendaciones sin aparente diferenciación territorial. La institución resaltó incluso que había entregado créditos especiales a los países del Sur Global para que aquellos podrían afrontar los tiempos más críticos. En un artículo de la Junge Welt, Jörg Kronauer puso de relieve las discrepancias entre discurso y realidad para los países pobres o en vías de desarrollo. Al analizar los detalles de dichos créditos, como aquél entregado al gobierno de Lenin Moreno de Ecuador en el mes de septiembre del 2020, podemos constatar que los países receptores son obligados a implementar ajustes estructurales, es decir, reducir justamente aquellos gastos públicos que el FMM pregona como indispensables para salvarse de la crisis. Y así parece que serán pocos, y los mismos de siempre, que se salvarán, y los sacerdotes del FMM, por más que intentan consolar con sermones que teóricamente nos hacen iguales a todos, entregan créditos que en letra pequeña repiten la advertencia del evangelio de Lucas: “Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán”.
Que las crisis económicas tienen lugar en intervalos cada vez más cortos hizo que todos nos hemos familiarizados, unos más que otros, con una jerga financiera que en otros tiempos era propia de algunos inaugurados de las ciencias económicas. La serie de desastres económicos desencadenados inicialmente por la crisis financiera en los Estados Unidos del 2008, que culminó en una crisis económica global, y aquella a su vez en la crisis del Euro que produjo una serie de sub-crisis de la deuda en los países del sur de Europa, elevaron al mainstream debates en torno al sistema bancario, del sector financiero y su vínculo y función para nuestra economía. Independientemente de las posiciones ideológicas divergentes desde las cuales podemos haber seguido a estos debates, predominaba un sentimiento compartido por casi toda la población; entre indignación e incredulidad que las maniobras de unos pocos bancarios pudieran producir un reacción de cadena que, en última instancia, pondrían en peligro la producción industrial de nuestras economías reales. De acuerdo al sentido común, moldeado por las tertulias televisivas y debates periodísticos, el dinero es un medio, una herramienta que facilitaba el intercambio de bienes en una economía de mercado. Se suponía que el dinero serviría a la economía, y ahora, el mundo parecía estar de cabeza: ahora era la economía que debía guiarse por los mandatos del dinero .
“David Graeber, quién en 1996 se graduó bajo la supervisión de Marshall Sahlins, se hizo un nombre en la academia con su libro: Hacia una teoría antropológica de valor (2001)”
No es mera coincidencia que la Alternativa para Alemania (AFD), el nuevo partido alemán de ultraderecha, fue fundado inicialmente por un círculo de profesores universitarios de tendencia neoliberal, quienes pretendían liberar Alemania de la “dictadura del Euro”. Los profesores terminaron todos por ser expulsados de su propio partido, mientras que los fascistas tomaron el control, preocupados ya no por asuntos financieros sino por el “gran reemplazo”. De la indignación al odio es solo un paso muy pequeño, sobre todo cuando hay operadores políticos hábiles de por medio. Pero no todos se lanzaron apresuradamente a chinchar contra un sistema financiero que no comprendían. La demanda por libros de divulgación sobre temas económicos creció exponencialmente, y una marea de libros inundaron los mercados, intentando de dar las respuestas correctas. Una de las aportaciones más destacadas fue El Capital en el Siglo XXI de Thomas Piketty, que es ya todo un clásico.
Piketty demostró en base a una cantidad de pruebas empíricas aplastantes que las dinámicas del capital, a pesar de todos los esfuerzos gubernamentales de los últimos 100 años por redistribuir riquezas o proporcionar “igualdad de oportunidades”, habrían favorecidos siempre a los mismos. Los ricos se hacían más ricos. Aunque semejantes conclusiones son esencialmente perrogrulladas, había gran indignación entre los académicos neoliberales. El coup de genie de Piketty consistía en haber vencido a los alquimistas neoliberales en su propia cancha; el submundo de la estadística. Y muchos de ellos se jactaron luego de haberlo refutado con trucos econométricos aun más sofisticados y retorcidos. Piketty, no obstante, operó en su texto con conceptos y categorías, como dinero y deuda, que parecían haber perdido sustancia en estos años de crisis. ¿Qué es la deuda? y ¿qué es el dinero? Al parecer, no era posible responder una pregunta sin la otra.
David Graeber
El 2 de setiembre del año pasado, nos dejó uno de los antropólogos más destacados de las últimas décadas. David Graeber, quién en 1996 se graduó bajo la supervisión de Marshall Sahlins (quién falleció recién en abril de éste año), se hizo un nombre en la academia con su libro Hacia una teoría antropológica de valor (2001), en el cual pretendía sistematizar diversos aportes a la antropología económica, y en el cuál traslucen ya algunas conclusiones que serán esenciales para su futuro trabajo. Que no existe en las culturas no-occidentales una esfera económica apartada, sino que el propósito de la cultura misma es la organización de la producción y reproducción de un colectivo, es un punto de referencia constante de su obra, y se transformaría luego en el punto de partida de su opus magnus En Deuda.
Con En Deuda: Una historia alternativa de la economía, que fue publicado originalmente en el 2011 y salió un año después en castellano, Graeber logró el salto a la fama, ahora también en ambientes no académicos. Al igual que Piketty, cuya obra parecía haber tocado un punto neurálgico de una sociedad agotada por la crisis continua, la obra de Graeber se transformó rápidamente en un Bestseller internacional porque prometía un reacondicionamiento radical de un tema que estaba ya en boca de todos, pero que nadie parecía entender realmente: la deuda.
Graeber inicia donde nos había dejado con su Teoría antropológica del valor; la Economía, como disciplina científica exacta al estilo de las ciencias naturales sería una superchería, resultado de una fabricación artificial, arbitraria, y sobre todo incorrecta. Que los sujetos que pertenecen a las sociedades modernas la conciben como una esfera que se encuentra aparentemente más allá de sus normas y virtudes es el resultado de su ofuscación ideológica. Ambos fenómenos se encuentran dialécticamente enredados. Graeber emprende la reconstrucción de la genealogía de la disciplina económica.
La Economía como Disciplina Científica
Adam Smith es el padre de la Economía como disciplina científica, aunque su figura resulta un tanto ambivalente. Para Smith era todavía inconcebible pensar y hablar sobre asuntos económicos sin hablar al mismo tiempo de ética. Eso muestra no solo su obra Teoría de los sentimientos morales (1759), en la cual señala que las ideas morales son esenciales no solo para una gobernanza justa, sino para asegurar la prosperidad de una nación. También su obra maestra, La Riqueza de las Naciones (1776) es salpicada de reflexiones propias de la filosofía moral. No obstante, la obra de Smith sienta al mismo tiempo la base para el nacimiento de la economía como disciplina, porque se ocuparía, según él, de un fenómeno universal, existente en todas las sociedades, y cuyo funcionamiento se rige por principios perfectamente descrifrables por el método científico. Este fenómeno, la economía, se desarrolla en base a sus propias leyes, y comprender estas leyes con las herramientas de la ciencia será esencial para habilitar a los gobernantes a tomar decisiones que permiten armonizar la economía con las proyecciones de la nación. Adam Smith es el fundador de las ciencias económicas porque cuenta su mito fundador.
“Graeber hace un listado de los libros de texto que actualmente gozan de mayor influencia en las facultades de Economía alrededor del globo”
En La Riqueza de las Naciones describe la historia de una aldea imaginaria, en la cual conviven un número de productores autónomos. En algún momento, estos productores se ven confrontados con las limitaciones de la producción autárquica, y empiezan a intercambiar sus excedentes de producción para acceder a aquellos bienes que no pueden producir por sí solos. De esta forma, se da inicio a la división del trabajo y la especialización de la producción por ramas y productos. En esta aldea imaginaria, el intercambio de mercancías se ve prontamente dificultado por el problema de la doble coincidencia; para poder intercambiar bienes, es necesario que la otra persona ofrece justo lo que yo quiero, y que yo poseo al mismo tiempo algo de su agrado. Surge entonces la necesidad de un medio de valorización e intercambio universal: el dinero.
Graeber hace un listado de los libros de texto que actualmente gozan de mayor influencia en las facultades de Economía alrededor del globo, escritos por economistas como David Begg, Stanley Fischer e incluso el premio Nobel Joseph Stiglitz, y que repiten acríticamente el mito del origen del intercambio de mercancías de Smith. Mito, porque la inexactitud de la historia ha sido demostrada en diversas oportunidades:
“Simple y llanamente no ha sido descrito un solo ejemplo de semejante economía de intercambio, sin mencionar que el dinero se hubiera originado de esta forma; de acuerdo con todos los datos etnográficos disponibles, eso nunca ocurrió” (Humphrey en Graeber, 2014: 41).
En sociedades no-capitalistas, tratase de pueblos simples de cazadores y recolectores o de sociedades complejas con una estratificación social marcada, como por ejemplo Mesopotamia, la Grecia antigua o el Tahuantinsuyo, nunca existió un intercambio de mercancías entre sus miembros en un espacio especial como el mercado. Y aunque en el imaginario popular, el trueque constituiría una forma ancestral o tradicional de intercambio de bienes, es importante señalar que estas prácticas no constituyen formas de socialización de la producción social que son propias de estas culturas, sino que son producto de una integración parcial y asimétrica de una población autóctona a una economía capitalista nacional. Una revisión de La Visita a la Provincia de Chucuito (1567) del cronista Garci Diez de San Miguel bastaría para aclararse que los trueques de sal, cerámica u otros productos que se pueden observar todavía en las ferias de las principales ciudades del Altiplano aimara como Ilave, Platería o Juli, no son residuos de tiempos prehispánicos, sino producto del Perú republicano. Que nosotros, los modernos, no nos podemos ni siquiera imaginar que hayan existido o que existen aun sociedades que no giran en torno al intercambio de bienes es parte de nuestro deslumbramiento ideológico, o en palabras de Karl Polanyi:
“Habiendo convertido el hombre la ganancia económica en su fin absoluto, pierde la capacidad de relativizarla mentalmente (Polanyi, 2009, p. 41).
Smith intentó llenar un enorme vacío histórico, y aunque su aldea imaginaria constituye una narrativa muy conveniente para sus fines, podríamos perdonarle fácilmente su resbalón como historiador. La falta de datos históricos fiables y la inexistencia de trabajos etnográficos profundizaron su confusión ideológica, en base a la cual intenta luego escribir una historia racional de la génesis del mercado. Con ello pisó territorio nuevo. E incluso Marx, quién publicó su Crítica de la Economía Política (1867) unos 90 años más tarde, creyó encontrar en las descripciones de las colonias de su tiempo, escenarios similares a situaciones que habrían regido en la Europa arcaica. La acumulación originaria se empleaba contra sociedades que aun no se desenvuelven en función a las dinámicas del capital, y que cuentan con una propiedad colectiva de la tierra y donde las necesidades de subsistencia de cada individuo se suplementan por medio de una circulación simple de mercancías:
“La circulación simple de mercancías – la venta para la compra- sirve de medio para un fin situado fuera de la circulación, que es la apropiación de valores de uso, la satisfacción de necesidades” (Marx, 2014, 141).
La versión de Marx muestra una sofisticación teórica colosal en comparación con el relato de Smith, y es también históricamente mucho más informada. Pero aun intenta explicar la genealogía del mercado y del dinero desde una situación de partida que se caracteriza por la presencia de productores relativamente autónomos que intercambiarían entre sí los excedentes de su trabajo. Una situación que, como sabemos hoy en día, es producto de nuestra fantasía.
Podemos perdonar a los precursores de la Economía Política su estrechez de mirada. Pero lo que debería llamarnos la atención es que en pleno siglo XXI, multitudes de profesores distinguidos de las mejores (¡y más costosas!) universidades del mundo repiten estas mismas narrativas, a pesar de que, a la altura del conocimiento histórico y antropológico contemporáneo, debería haber quedado claro que se trata de errores sobre los hechos. ¿No deberían saberlo mejor? O tal vez lo saben.
Graeber pone el dedo en la yaga:
“Hay una razón muy simple por la cual todos los autores de libros de ciencias económicas creen tener que contarnos la misma historia. Para los economistas, en relación a la realidad, es la historia más importante que jamás ha sido contada” (Graeber, 2014, 35).
En primer momento, porque sugiere que la división de trabajo, el intercambio de bienes en un mercado y el dinero serían fenómenos universales, producto de un proceso casi natural, un destino que, tarde o temprano, habría alcanzado a toda sociedad racionalmente organizada. Y en segundo lugar, porque camufla, como todo relato mitológico, la violencia que ha sido necesaria para generar las circunstancias políticas y sociales en cuestión, naturalizando en una espabilada la violencia aun necesaria para mantener la sociedad unida como un todo.
Para los economistas, la economía es real, porque es racional, en el sentido de las peores malinterpretaciones de la filosofía hegeliana. Y se rige, como fenómeno racional, cosificado como destino con impulso de vida propio, por leyes que serían tan objetivos como las leyes naturales. Sólo en base a este autopercepción pueden los economistas reclamar por sí mismos ser ejecutores de una “ciencia exacta” que se diferenciaría sustancialmente de las ciencias especulativas como la sociología, la antropología o la filosofía.
Pero aparte de estas consecuencias para la autoimagen de la disciplina, Graeber señala que la historia transmite también un mensaje político de la mayor importancia: “Sobre todo rechazaba la idea, el dinero habría sido creación de los poderosos” (Graeber, 2014, 35). El mito de la aldea es también el pistoletazo de salida de una doctrina política cuya concepción básica se transformaría durante los siguientes 250 años en un mantra, repetido hasta el cansancio por todo aquél que se tacha de liberal; ¡Más mercado, menos estado!
La Economía, el mercado y el dinero, serían fenómenos históricamente más antiguos y conceptualmente independientes del estado. Pocas imágenes metafísicas, como aquella dicotomía entre mercado y estado, proyectaron sombras más oscuras sobre el imaginario colectivo, e incluso socialistas de corte pragmático se dejaron llevar por este construcción ideológica, ayudando así a perpetuar el mito.
Graeber escribió una serie de textos sobre Anarquismo, muchos de los cuales no van más allá de un reempaqueteo de las clásicas banalidades sobre el anarquismo, tal vez interesantes para curiosos quienes quieren acercarse por primera vez a esta doctrina política. En Deuda, por el contrario, constituye un aporte sustancial, no solo a la teoría libertaria, sino al debate en torno a las perspectivas liberadoras para nuestras sociedades modernas, porque aplaza el centro del debate hacia un factor central de nuestros sistemas políticos, que ha sido obviado e ignorado por muchos años; el poder.
La Deuda como poder
Theodor Adorno, ningún sospechoso de guardar simpatía alguna por el anarquismo, identificó esta ausencia como punto ciego, y con ello, negatividad negada de la narrativa marxista que afirma que la “…economía tendría el primado sobre la dominación, que no podría ser otra cosa que derivación económica” (Adorno, 2015: 315). Adorno señala que la decisión de Marx y Engels por declarar el primado de lo económico fue, a pesar de la brillantez y sagacidad dialéctica que caracteriza el resto de su obra, una decisión política:
“Él [Engels] y Marx querían una revolución de las formas económicas de la sociedad como un todo, en la capa de fondo de su autoconservación, y no como un cambio de las reglas de juego. La punta estaba dirigida contra de los Anarquistas.” (Adorno, 2015: 316)
“La dominación se manifiesta no como simple derivación económica, sino como punto clave de toda sociedad de clase, y no solo de nuestras sociedades modernas. ”
Aunque la revolución de esta “capa de fondo de su autoconservación” debería constituir el núcleo de todo proyecto emancipador, debería aquella ser pensada siempre en relación a las constelaciones de poder que la sostienen y posibilitan, para no perder de vista que cada una de ellas obra como potencial salvavidas de la otra. El populismo de izquierda, dominante entre la izquierda de España y Latinoamérica, recortó el debate en torno al poder a un debate sobre hegemonía, entendida como soberanía de interpretación y significación. La motivación por semejante desvío consiste en el disgusto por tener que admitir el limitado alcance de las propias teorías. El populismo no aspira la superación de la “sociedad socializada”, sino a un poco más de participación en ella. El marxismo ortodoxo aplanó el debate en torno al poder para no cortar la rama doctrinaria sobre la cual estaba cómodamente sentado. Adorno describe así las consecuencias concretas de la mirada sesgada del marxismo ortodoxo:
“La Tenacidad de la dominación, después de la caída de lo que la Economía Política tenía como su objeto principal, hizo triunfar la ideología barata […] que dedujo la dominación para luego profetizarle, con abierta conformidad y lagrimas de cocodrilo, un futuro infinito por mientras existiera sociedad organizada” (Adorno, 2015: 316).
Graeber demuestra que esta “tenacidad” es el resultado de una larguísima historia de embrollo entre aventuras económicas y proyectos de dominación: dominar para explotar, e intensificar la explotación para poder consolidar la dominación. La dominación se manifiesta no como simple derivación económica, sino como punto clave de toda sociedad de clase, y no solo de nuestras sociedades modernas. La concordancia histórica de la apariencia del dinero y el surgimiento de los primeros estados, como Mesopotamia, no es mera coincidencia sino producto de una relación causal. El dinero, contrario a lo que afirman liberales y marxistas a la vez, sería una creación directa de estos primeros estados, y el objetivo de esta nueva herramienta social no era facilitar el intercambio de bienes en un mercado, institución que todavía no existió durante la antigüedad, sino, principalmente, cuantificar y hacer transferible entre individuos las deudas que los súbditos tendrían con el estado.
En 500 páginas, Graeber repasa 5000 años de la civilización occidental (por ello el subtítulo en el original en inglés: los primeros 5000 años) con la finalidad de construir una historia detallada desde los primeros intentos por cuantificar las deudas en los primeros estados de la antigüedad, hasta la conformación y consolidación del moderno sistema mundo. La intención es el discernimiento de las dinámicas subyacentes de un proceso histórico que, a pesar de todas las rupturas y desavenencias, debe ser pensado en su unidad, o para decirlo con Hegel “…para ver bajo la figura de lo polémico y de lo aparentemente contradictorio momentos mutuamente necesarios” (Hegel, 2008: 8). Para Graeber, el eslabón perdido de esta historia son las deudas:
“Durante miles de años, la lucha entre ricos y pobres ha tomado en gran parte forma de conflictos entre acreedores y deudores, de discusiones acerca de las ventajas e inconvenientes del pago de intereses, de la servidumbre por deudas, condonaciones, restituciones, recuperaciones, confiscación de ganado, apropiaciones de viñedos y venta de los hijos del deudor como esclavos.” (Graeber, 2014: 16)
Con ello, Graeber cambia el ángulo del debate en torno a conceptos como dinero, mercado y política, que requieren una necesaria reinterpretación a la luz de la fuerza probatoria de los datos históricos presentados por Graeber, y ni liberales ni marxistas deberían simplemente pasar por alto a esta presentación. He aquí la importancia del estudio de Graeber para el anarquismo: el poder, concepto central de las teorías libertarias durante los últimos 200 años, recibe otra vez una posición privilegiada en la crítica social y los debates en torno a proceso emancipatorios. Y Graeber contribuye sustancialmente a la posición libertaria, llenando el concepto de poder con contenido, atribuyéndole posición y funcionalidad concreta en un proceso histórico y social real, liberándole del uso abusivo y nebuloso que recibió muchas veces en los círculos anarquistas. Esta resignificación conceptual parece ser el armamento necesarios para estos tiempos turbulentos. Todas las grandes compaginaciones sociales y políticas tiene que ser confrontadas con grandes preguntas. Cambio Climático, la pandemia y la digitalización de la sociedad parecen anticipar un cambio radical sin antecedentes para nuestra civilización. No se trataría de una transición de un modo productivo hacia otro, como la humanidad puede haberlo experimentado en diversas ocasiones durante los últimos 5000 años en diferentes lugares del planeta. Ésta vez, los cambios se darán de forma global, simultáneo y con una velocidad inconcebible.
“Durante mucho tiempo pareció haber un consenso general acerca de que ya no podíamos formularnos grandes cuestiones. Cada vez más, parece que no tenemos otra opción” (Graeber, 2014: 30).
Debemos evitar de perdernos en un fatalismo que nos pinta las nubes más oscuras de lo que son, y en base al cual concebimos como única opción viable la destrucción total de nuestra sociedad moderna, como ha sido y sigue siendo la moda en algunos círculos de intelectuales. Graeber no es partidario del fatalismo, sino más bien un ilustrado para quién la modernidad es un proyecto aun por completar.
Por eso es tan lamentable que la editorial TECNOS decidió cambiar el subtítulo del libro. Graeber nos habla de los primeros 5000 años, y eso significa que el objeto de estudio es un proceso histórico delimitado y no “la humanidad” en general. En contraste con Nietzsche, quién identificó la “voluntad de poder” como motivo universal y eterno de una humanidad ahistórica, Graeber demuestra que el poder es producto de circunstancias y estructuras históricas y sociales concretas. Y estas estructuras no son fenómenos naturales, sino innovaciones humanas, y con ello, modificables. Dónde hoy domina todavía la centralización y el abuso de poder, mañana puede florecer la distribución y ejecución colectiva del mismo. Con ello, Graeber se distancia también del círculo vicioso de la microfísica del poder de Foucault, del cual no hay escapatoria posible. Pero para ello es importante cortar el cordón ideológico, y que la humanidad comprende el funcionamiento y desenvolvimiento de sus propias innovaciones. Graeber hizo un paso importante en esa dirección, demostrando el nivel de interdependencia de los dos momentos centrales de nuestra sociedad; la economía y la política. Por ello es aun más lamentable el subtítulo alternativo de la versión española: una historia alternativa de la economía. La intención de Graeber fue, en parte, demostrar que algo así como La Economía, con mayúscula, como fenómeno autónomo con sus propias leyes, no existe y debemos volver a pensar la economía como un elemento, entre otros, de la política.
Las consecuencias
Los intentos del FMM y del BCE por resolver la actual crisis económica con un programa de crédito sin precedentes es uno de estos momentos en los cuales empiezan a aparecer grietas en la fachada ideológica del liberalismo, y el libro de Graeber es un auténtico pico con cuya ayuda es posible abrir varios agujeros adicionales, siempre que aplicamos el martillo teórico adecuado. Porque no solo parecen tener el dinero, el mercado y las deudas dinámicas muy diferentes que aquellos espejismos con los cuales nos confronta la narrativa académica ortodoxa. También las políticas fiscales de todos los estados parecen funcionar en base a dinámicas contrarias a aquellas descritas y predicadas por liberales, economistas y el propio FMM. A esta conclusión llegan los principales exponentes de la Mondern Money Theory (MMT) (Teoría Monetaria Moderna), como Randal Wray, Warren Mosler o Stephanie Kelton. También para la MMT, el dinero es fundamentalmente deuda. Y una deuda es, como nos explica Graeber, una relación de poder muy específica, lo que explicaría el tratamiento desigual de deudores europeos y deudores del Sur Global por parte del FMM. La discrepancia entre la narrativa oficial y las dinámicas reales de los sistemas fiscales y monetarios de EEUU y estados de la UE significa que la realidad económica y social de nuestras sociedades funciona en base a mecanismos que aun no han sido capturados plenamente por nuestras herramientas conceptuales. Tanto Graeber como los representantes de la MMT se han puesto en marcha para lograr una reconceptualización básica de las categorías centrales del análisis social y lograr así un entendimiento fundamentalmente nuevo de los procesos políticos y sociales que determinan el devenir de nuestra sociedad.
NOTA: En la Parte II estaremos profundizando algunas ideas de Graeber en torno a la deuda, el dinero y el poder. En la Parte III estaremos analizando la coincidencia entre las conclusiones de Graeber y la MMT, y las consecuencias políticas que podríamos derivar de ellas.
Bibliografía:
- ADORNO, Theodor W., 2015 [1966]: Negative Dialektik, Suhrkamp Veralg; Frankfurt
- GRAEBER, David, 2018 [2001]: Hacía una teoría antropológica del valor. La moneda falsa de nuestros sueños; Fondo de Cultura Económico, México D.F.
- GRAEBER, David, 2014: Schulden: Die ersten 5000 Jahre; Goldmann Verlag, München
- HEGEL, Friedrich Wilhelm, 2008 [1807]: Fenomenología del Espíritu; Fondo de Cultura Económica, México D.F
- KRONAUER, Jörg: Ganz weit ausgeholt: IWF und Weltbank beraten auf Tagung Auswirkungen der Coronakrise auf Weltwirtschaft. Länder des globalen Südens leiden weiter unter »Strukturanpassungen«, JUNGE WELT del 17.10.2020
- MARX, Karl, 2014 [1867]: El Capital. Crítica de la Economía Política; Fondo de Cultura Económico, México D.F.
- POLANYI, Karl, 2009 [1977]: El sustento del hombre; Capitán Swing, Madrid
- SMITH, Adam, 2018 [1776]: Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones; Fondo de Cultura Económico, México D.F.