«Testigo de una época» nos invita a un viaje en el tiempo para recorrer la ciudad de Huancayo, con su modernidad y tradicionalidad en constante transformación. Guillermo Joo, más que un simple testigo, es un protagonista que ha capturado momentos únicos e irrepetibles, reflejando los matices de una ciudad que siempre se adapta y cambia, sin perder de vista los movimientos globales.
Siguiendo los postulados de Roland Barthes en su obra Cámara lúcida, la fotografía es como una carta del tiempo, un mensaje que nos llega desde el pasado. Nos permite recordar y revivir momentos, pero también nos confronta con la inevitable realidad de la muerte. Gran parte de las fotografías de Testigo de una época están dedicadas a los protagonistas de las artes y las industrias creativas de Huancayo. A través de estas páginas, podemos reconocer a figuras icónicas del panteón de héroes culturales de la ciudad: músicos, escritores, pintores y actores, todos en la flor de su juventud.
Particularmente, la obra destaca a los músicos, a quienes Joo ya ha dedicado atención en sus libros anteriores, como Orquestas típicas de Huancayo (2012), Trayectoria de Panchito Leyth y su estudiantina Perú (2014), Huancayo y sus intérpretes (2015), Orquestas y grupos tropicales (2017) y Flor Pucarina (2019). En estas imágenes encontramos retratos inéditos de figuras icónicas como Flor Pucarina, Zenobio Dagha y Panchito Leyth, así como de otros músicos y artistas que han dejado una profunda huella en la historia musical del Perú, tales como Los Doltons, Los Datsun y Los Shapish, junto a otras agrupaciones que ya no son reconocidas por las nuevas generaciones. También aparecen pintores como Guillermo Guzmán y escritores como Villanes Cairo e Isabel Rosas, todos ellos contribuyendo a la rica herencia cultural de la región.
Siguiendo la otra idea de Barthes, la fotografía es esencialmente melancólica, ya que captura un momento que ya ha pasado y que nunca se podrá repetir, invitándonos a una reflexión profunda sobre el tiempo y la memoria. De manera similar, las fotografías de Joo no solo documentan la historia, sino que también nos hablan y nos interpelan, provocando en nosotros emociones, conjeturas y preguntas. La contemplación de cada fotografía no es un acto pasivo, sino una invitación a entender, interpretar y sentir.
En ese sentido, Testigo de una época nos conecta con una Huancayo que es a la vez familiar y distante, un espacio donde la modernidad y la tradición coexisten y dialogan constantemente. Cada fotografía no solo muestra rostros y lugares, sino que captura el espíritu de una era: podemos reconocer calles, casas, modas, artefactos, tecnologías y costumbres que ahora son solo un recuerdo. Por ejemplo, se ven imágenes de la feria de Huancayo en la Calle Real, los tradicionales concursos de huaylarsh en un rústico Coliseo Huancayo y las corridas de toros que ya han desaparecido.
Joo también nos ofrece paisajes urbanos y naturales poco comunes, como una Huancayo cubierta de nieve o granizo, y escenas de un tráfico ochentero con autos antiguos que hoy son verdaderas reliquias. Observamos a fotógrafos con sus antiguas cámaras de trípode en el Parque Huamanmarca, los vestigios de lo que fue el camal, ahora convertido en el Instituto de la Juventud y la Cultura de Huancayo, e incluso los periódicos transportados en burros. Son imágenes que evocan la cotidianidad y la transformación de una ciudad que, ahora parecerían inusuales o incluso irreales.
